.jpg)
— Quiero que hablemos — Me dijo en un tono alto mientras entraba en la habitación de los niños y se sentaba en una de las pequeñas camas aplastando los peluches como esas largas chimeneas que se mantienen erguidas sobre el techo luego que un tsunami arrasara la casa.
La seguí dos pasos más allá de la puerta y me encogí para alzar un autito de metal y apilarlo sobre el lomo del caballito azul. Busqué complicidad en sus ojos claros, pero, con gesto displicente, me miraba lejana, como repasando en un ahogado susurro mental cada detalle de lo largamente ensayado. Y sin más, una veloz y compulsiva expulsión de silencios.
— Quiero que nos separemos… ya hace cinco meses que me veo con alguien. Él sabe como hacerme feliz. No es un fracasado, es increíblemente inteligente y brillante. Es un hombre en todos los sentidos. Quiero que los niños crezcan al lado de un hombre de verdad. A vos no quiero verte más. Quiero que te vayas de acá y que desaparezcas de nuestras vidas. Y si no te vas le voy a decir a todos que sos un maldito psicópata. Te voy a joder esa mierda insignificante a la que llamas tu vida.
Un universo, que definitivamente no era el mío, me aplastó. Esquivando los juguetes en la alfombra, caminé hasta la ventana. Ella, a mi espalda, había dejado de hablar, probablemente esperando una reacción que nunca llegaría. Corrí con la mano un trozo de cortina que se mantenía ajustado en la ranura. Frío y muerto entraba un haz de luz que se disolvía en la pared lateral sobre el afiche de Toy Story. Vi gente charlando y riendo al otro lado de la calle. Traté de recordar que día era, pero me resultó imposible. No lograba discernir si estaba en pie o había caído o flotaba. Entonces, pensé que me estaba haciendo una broma, que era el día de los inocentes. Y por un ínfimo instante, con la frente abollada en el vidrio, viendo como mi vecino dejaba furtivamente la bolsa de basura frente a mi puerta, sonreí por última vez en algunos años.
28.12.2022